Ilustración: Marcela "Maliki" Trujillo

Lotty Rosenfeld

Artista
1943 - 2020

Durante los 19 años de dictadura, un grupo de artistas irrumpieron en la cotidianidad urbana santiaguina, dotando de mensajes, figuras y acciones las calles de Santiago, con las que tensionaban y presentaban una mirada crítica al momento político de la época. Dentro de este revolucionario grupo, encontramos a una pionera en el arte conceptual en el país, que abrió el camino de las video-instalaciones y el desarrollo de la performance en Chile, una artista que dio el primer paso para tomarse el espacio público como lienzo y que nos dejó un legado cultural reconocido nacional e internacionalmente.
 
Carlota —Lotty— Rosenfeld Villarreal nació en Santiago, el 20 de junio de 1943. A los 24 años ingresó a la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, en 1967, desde donde egresó con el título de Artífice, especializada en la técnica del grabado.
 
La entrada de Lotty al mundo del arte coincidió con el contexto social y político de los años setenta y el posterior Golpe de Estado de 1973. Este hecho impulsó a Lotty a darle un sentido particular a su obra: mantener viva la experiencia crítica y revolucionaria asociada al arte por medio de las intervenciones públicas y la performance, buscando hacer perdurar las expresiones culturales que se desarrollaron durante la Unidad Popular, y promoviendo la resistencia cultural y política que dieron las y los artista durante la dictadura.
 
En conjunto con grandes artistas nacionales como el poeta Raúl Zurita, el artista visual Juan Castillo, el sociólogo Fernando Ballcels y la escritora Diamela Eltit, fundaron en el año 1979 el Colectivo de Acciones de Arte (CADA), denominado por la teórica Nelly Richard más tarde como Escena de Avanzada en el arte nacional. Entre 1979 y 1983, el CADA realizó polémicas obras en diversos espacios públicos, dando cuenta por medio de estas instalaciones su oposición y resistencia a la dictadura.
 
La primera obra del colectivo sería “Para no morir de hambre en el arte”, en el que se utilizó a la leche como elemento simbólico para representar y problematizar a la pobreza extrema en la que estaba sumido el país en aquel año. En aquella obra se repartieron 100 litros de leche entre los pobladores de la comuna de La Granja, haciendo referencia a la política de alimentación implementada por Salvador Allende durante la Unidad Popular. Además, pusieron un lienzo blanco en la entrada del Museo Nacional de Bellas Artes, para dar cuenta que el arte se encontraba fuera y no dentro del edificio y estacionaron camiones de la empresa de leche Soprole fuera del museo. Junto con esto, repartieron fuera del edificio de la Comisión Económica para América Larina y el Caribe (Cepal) el manifiesto “No es una aldea”, dando cuenta por medio de estas acciones la profunda crítica al manejo político, económico y represivo que se llevó a cabo durante la dictadura chilena.
 
Lotty también desarrolló su carrera artística individualmente, dedicándose a desarrollar instalaciones y performance artísticas, así como a la recopilación, edición e intervención de imágenes en videos y fotografías. Además, puso énfasis en el sonido que utilizaba en sus trabajos audiovisuales, considerándolo como un dispositivo que estructura a las obras artísticas. Su performance “Una milla de cruces en el pavimento”, en el año 1979, es reconocida como una de la primera incursión pública que utilizó el lenguaje del video, de la fotografía y de la acción para instalar un discurso artístico. Esta obra alcanzó un amplio reconocimiento internacional, acción que se replicó en Berlín, La Habana y Nueva York.
 
Para el año 1983, se integró al Movimiento Mujeres por la Vida, en el cual se reunió con distintas mujeres opositoras a la dictadura, mujeres de distintas profesiones, de diversos orígenes sociales y filiaciones políticas, pero que buscaban, de manera común, la restauración de la democracia. Este grupo también realizó intervenciones públicas que buscaban manifestar en las calles su deseo de poner fin a la dictadura. Lotty, artista feminista, también trabajó con la escritora Diamela Eltit, con quien realizaron una serie de entrevistas a mujeres relevantes del movimiento feminista chileno, como a Olga Poblete, Elena Caffarena, Carmen Lazo, entre otras.
 
Lotty fue premiada en diversas ocasiones a lo largo de su carrera, como, por ejemplo, el Premio Especial del Jurado, entregado por la First Tokyo International Video Biennal de Japón, en 1982; la Beca de Viaje de la Interamerican Foundation y la Fundación Ford, en 1981; el Premio Anual del Círculo de Críticos de Arte de Chile, 1995; el Premio Altazor de Artes Visuales, en 2001 y el Altazor con mención en Instalación y Videoarte en 2011, entre otros. Además, participó en diversas exposiciones individuales y colectivas durante su trayectoria artística. En el año 1975 se presentó en la III° Bienal de Artes Gráficas en Cali; al año siguiente en la III° Bienal de Artes Gráficas de San Juan, en Puerto Rico; en la Bienal Internacional de Estambul, en 1997; en la V° Bienal de Shanghai, en 2004. Sus muestras artísticas recorrieron Chile, América Latina, EE.UU., Asia y Europa, exponiendo en grandes salones como el Palazzo Valentini de Roma, en 1988, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en España, en el año 2000, y en Kassel, Alemania, en 2007. Para el año 2015, Lotty Rosenfeld representó a Chile, con la muestra “Poética de la disidencia”, en el Pabellón Nacional de la 56° Bienal de Venecia, junto a la fotógrafa Paz Errázuriz y con la curaduría de Nelly Richards.
 
Para el año 2019, el colectivo Delight Lab proyectó sobre el Edificio Telefónica, en plena Plaza Baquedano, corazón de la protesta santiaguina y punto clave en la columna vertebral del tránsito capitalino, la frase “No+”, haciendo alusión al trabajo político y social que Lotty realizó en su carrera. En apoyo a la manifestación del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2019, fue proyectada esta frase, consigna creada durante el año 1983 y que fue plasmada en gigantografías en varios puntos de la capital. Veintiséis años más tarde, esta frase sigue resonando en la memoria colectiva y genera nuevos significados culturales, que se crean directamente de la mano de los nuevos hitos sociales que se han vivido en Chile durante los últimos treinta años.

Fuente(s): 

MNBA

Palabra Pública

Wikipedia

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